AL MAESTRO, CON CARIÑO +
Por:
Arturo Guillén R.
*
La noticia de la muerte del maestro Fernando Carmona de la Peña fue para mí un duro golpe. La noticia me llegó tarde, al regreso de un viaje a Guadalajara, a donde asistí a la reunión de la Asociación de Escuelas de Economía (ANIDIE) y en la cual, por cierto, coincidí con Ramón Martínez Escamilla, investigador de este Instituto, ignorantes ambos del deceso. No pude, por lo tanto, acompañar a Anita Mariño, compañera de trabajo de tantos años y a los compañeros y amigos de Carmona, mis amigos, al funeral, acto con el que los humanos ritualizamos la vida.
Vida intensa y fructífera la del maestro. “Desde hace años – decía Carmona en una entrevista autobiográfica efectuada por Ana Victoria Jiménez – se me llama “maestro Carmona”, y me pregunto en qué medida el título corresponde en verdad al trabajo real y a la vocación de un maestro, regularmente frente a un grupo en un aula” 1 Yo mismo nunca fui alumno de Carmona en un aula, pero fue siempre para mí maestro y seguirá siendo tal. Eso de maestro era una etiqueta que los estudiantes de mi generación colgábamos no a todos nuestros profesores en la Escuela de Economía, sino a aquéllos – los menos, por cierto -, que no sólo nos enseñaban conceptos o instrumentos útiles para nuestra vida futura, sino que, sobre todas las cosas “decían su verdad” y predicaban con el ejemplo, como era el caso de Carmona, Alonso Aguilar, Ricardo Torres Gaitán, José Luis Ceceña Gámez, Angel Bassols B., Eduardo Botas Santos, para mencionar sólo a algunos de los más destacados. Ser maestro con mayúsculas tenía su gracia, sobre todo en un medio como era el México de los sesenta, en pleno esplendor priísta, donde resultaba más fácil doblar el lomo que erguirlo.
Conocí personalmente a Carmona por conducto de Alonso Aguilar en la Editorial Nuestro Tiempo, cuando publiqué allí mi primer libro en 1971. Sin embargo, sus ideas las conocía desde varios años atrás en sus artículos publicados en la Revista Política, en pleno auge de la Revolución Cubana. Aunque yo me había vuelto “rojillo” desde la preparatoria a finales de los cincuenta, influido por lo que quedaba de los movimientos ferrocarrilero y magisterial de Vallejo, Campa y Othón Salazar, los incisivos artículos de Carmona, Alonso Aguilar, Enrique Cabrera, Jorge Carrión, Víctor Flores Olea, Fernando Benítez, Carlos Fuentes, Enrique González Pedrero y tantos otros, fueron determinantes, junto con la Revolución Cubana y la creación posterior del Movimiento de Liberación Nacional, en la definición de la vocación antiimperialista de muchos de los jóvenes de esa época.
Nuestro querido maestro tuvo un origen modesto. En su juventud entró a trabajar al Banco de México como mozo; pronto fue adscrito al departamento de Estudios Económicos, donde ascendió rápidamente hasta convertirse en ayudante del Director General, Don Rodrigo Gómez. Su estancia en el banco central, coincidió con sus estudios profesionales en la Escuela Nacional de Economía.
Carmona como otros mexicanos de su generación, es heredero del nacionalismo revolucionario, cuya raíz es la Revolución Mexicana y que se encarna es personajes como Lázaro Cárdenas, Narciso Bassols y Jesús Silva Herzog (no Flores, como acostumbraba rectificar el maestro Carmona). En la Escuela de Economía, como el mismo lo relata, se convirtió en un profundo cardenista, aunque su rompimiento con el sistema aún no se producía.
“Aunque no fui el único - reconoce en su entrevista autobiográfica – incurrí en ‘pecado’ al estrenarme como ciudadano y votar por primera vez en mi vida en 1946 por Miguel Alemán, el candidato presidencial del PRM, el partido oficial todavía con la sigla cardenista (...) frente a Ezequiel Padilla, que había sido el reaccionario secretario de relaciones exteriores de Avila Camacho. Pero después de la siguiente elección presidencial que terminó en la represión a los henriquistas, como tantos otros mexicanos ya no volví a votar; sabía que era inútil, que ahí no se iba a expresar ninguna voluntad popular, no sólo por el fraude y la represión sino por el control vertical de los campesinos, del sindicalismo centrado en la CTM (...) “ 2
Su pensamiento evoluciona del nacionalismo al marxismo, durante su estancia en Londres para efectuar estudios de posgrado, no sólo por su trabajo académico en la London School of Economics, sino por sus contactos extra-académicos, amistades inglesas y de otros países, como lo reconoce en su autobiografía 3. Al regresar a México en 1951, aunque se reincorpora al sector público, despliega una intensa actividad, política y académica, independiente (la revista Indice, el Círculo de Estudios Mexicanos, la Revista Política, el Comité por la Paz, el Movimiento de Liberación Nacional) junto a Alonso Aguilar Monteverde, quien a partir de ese momento sería su compañero inseparable en diversos esfuerzos políticos.
En 1963 se titula como licenciado en economía y al año siguiente gana un concurso para una plaza de investigador en el Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, entonces dependiente de la Escuela Nacional de Economía. “Ahí - recuerda Carmona- podría cumplir mi vocación y el gusto por la investigación que se había definido en mí. Podría ganarme la vida modestamente, pero sin la constante contradicción entre mis convicciones y mi trabajo profesional, como me había ocurrido durante un trayecto de casi tres lustros (...) (En la Universidad) “he podido desplegar vocación y convicciones, sin vivir sometido a quienes a menudo no respeto y cuyos valores no puedo compartir” 4
A partir de su incorporación al Instituto, la actividad del Maestro Carmona se desenvuelve en tres frentes: las tareas de investigación; su actuación como funcionario universitario dentro del IIEC; y un intenso trabajo político-ideológico en la Editorial Nuestro Tiempo y en el Grupo Estrategia. En la aventura política de Estrategia coincidimos centenares de hombres y mujeres, con la intención de construir una organización de izquierda independiente, basada en una interpretación rigurosa de la realidad nacional e internacional y capaz de influir, junto con otras fuerzas y organizaciones, en la transformación democrática de México. En esa tarea nuestro homenajeado, Alonso Aguilar y Jorge Carrión fueron los motores principales. Por razones que no viene al caso discutir aquí, ese esfuerzo político se debilitó y se aisló - muchos fuimos abandonando el barco en distintas estaciones - y terminó fracasando en su intención política organizativa. No fracasó, en cambio, como molde forjador de ciudadanos conscientes y comprometidos. La mayoría de los compañeros que militaron allí siguen comprometidos, en la academia o en su vida profesional, con las mejores causas nacionales y populares. Por lo que a mí respecta, la relación de tantos años con Aguilar, Carmona, Carrión y demás compañeros fue fundamental en mi proceso de formación como investigador y ciudadano.
La obra de Carmona cubre un amplio espectro de libros individuales, libros colectivos, artículos especializados, multitud de artículos periodísticos, ponencias, etc., imposibles de analizar e incluso de listar en un acto de homenaje como el presente. Entre sus trabajos más importantes se encuentran: El drama de América Latina. El caso de México (1964), su tesis de licenciatura, publicada como libro por Cuadernos Americanos; Tres culturas en agonía (1969) sobre el movimiento estudiantil de 1968, que Carmona defendió honrosamente en su delicada posición de director universitario; El milagro mexicano (1970), con Aguilar M, Jorge Carrión y el Dr. Montaño, trabajo pionero en la crítica del llamado desarrollo estabilizador, junto con México, riqueza y miseria (1971) en coautoría con Alonso Aguilar; Dependencia y cambios estructurales (1971); La nacionalización de la banca, la crisis y los monopolios (1982); México, el curso de una larga crisis (1987); Una alternativa al neoliberalismo (1993).
Los temas principales en su obra fueron muchos, tanto en el campo económico, como en el social y político: la dependencia, el desarrollo y el subdesarrollo, el imperialismo, la crisis, la política económica, el papel del estado, el capital extranjero, la estructura social, la educación y tantas más. El espacio de sus preocupaciones académicas y políticas: América Latina y, por sobretodo, México. Sus influencias intelectuales de lo más amplias en tratándose de un lector insaciable. Nunca se me borrará de la mente su por el llamada “papeloteca” en su casa de Tacubaya, donde solía trabajar entre un laberinto de libros, revistas y periódicos del piso al techo, y donde podía uno pasarse largas horas con él, platicador incorregible, mientras devoraba sus inseparables Del Prado.
Aparte de los clásicos del marxismo, eran referencias cercanas suyas los trabajos de Baran, Sweezy, Huberman y Magdoff, del pensamiento latinoamericano, no solo de los cepalinos y de la teoría de la dependencia, sino de los próceres de nuestra historia. No existe casi libro o artículo que no incluya epígrafes o citas, cuidadosamente seleccionadas, de Martí, Bolívar, Juárez, Zapata, Guevara y cuantos más. Muchos, incluyendo al que habla, tratamos de aprenderle ese estilo. 5 Una influencia obvia en su obra es la de Alonso Aguilar Monteverde, con quién compartió tareas académicas y políticas por, se dice rápido, medio siglo. Con “el amigo Alonso” me dijo varias veces con modestia el maestro Carmona, me une una larga relación en la que siempre he ocupado la posición de “segundo violín”.
No fue el querido maestro, un investigador interesado especialmente en las cuestiones teóricas, mucho menos en la teoría económica tradicional. Refiriéndose a sus tiempos de estudiante, recuerda que:
“algunas de las materias fundamentales como teoría económica, me parecían tediosas, repetitivas y abstractas, no referidas directa y concretamente a la realidad que nos circundaba de inflación acelerada, en un país atrasado y de enormes contrastes sociales, involucrado en la guerra con la cual algunos prosperaban rápidamente” 6
Le importaba sí, conocer y aplicar una teoría capaz de reflejar y de explicar la realidad en su amplia dimensión económica, social y política, de ahí su adhesión a la economía política, ahora tan atacada neoliberales deseosos de convertir nuestras universidades públicas en un espejo deformado del ITAM.
“Aprendí – decía Carmona- que una teoría sin una correspondencia correcta con la realidad no va lejos; pero el sólo recuento empírico de hechos sin un adecuado fundamento teórico, lleva casi siempre al pragmatismo mecanicista y al empirismo reduccionista, a simplificar la realidad al extremo de ignorar lo decisivo. Que el estudio empírico es un elemento de la formación de la ciencia, pero no es la ciencia, y que no se pueden entender cabalmente los problemas económicos y la orientación de las políticas económicas, sin incluir, como a mi juicio sólo lo permite la economía política, una dosis de interdisciplinariedad para analizar procesos sociales simultáneos que no siempre, y más bien casi nunca, son sincrónicos en los terrenos políticos, culturales e ideológicos con los estrictamente económicos” 7
Durante sus últimos años un tema le obsesionó: la necesidad de construir una estrategia de desarrollo alternativa, convencido de que no bastaba con la crítica al modelo neoliberal sino que era necesario y posible buscar opciones distintas, lo cual significaba necesariamente un cambio en el bloque en el poder, así como de cambios en la correlación política de fuerzas internacional. Como planteaba en uno de sus últimos libros:
“La
destrucción y el deterioro económico acumulado en la planta
productiva y en la infraestructura es inmenso y los estragos causados por
las políticas neoliberales a millones de compatriotas, en algunos
casos son irreversibles y, en todos, se requieren años para revertir
el proceso a partir del momento en que desde un nuevo poder y con un Estado
muy diverso del actual, se logre un nuevo cambio de calidad al instaurar
un apolítica económica abocada a la creación rápida
de empleos, el aumento consistente de los salarios reales y de la productividad,
el impulso y reestructuración del proceso de acumulación
de capital y de la planta agrícola e industrial, los sistemas de
educación, salud, vivienda y otros servicios básicos.
No
se puede abrigar ilusiones de que esta diferente política económica
se decida desde arriba, desde el bloque de fuerzas dominante que, al contrario,
usa todos los recursos del poder para consolidar los cambios que le favorecen
y la política que ha puesto en vigor, no obstante el gran cúmulo
de contradicciones, descontento y agravios en casi todas nuestras naciones”
8
El desempeño de Fernando Carmona como funcionario universitario fue relevante. Actor decisivo en la autonomía del IIEC, constructor de sus cimientos y de su institucionalidad; estableció, antes que existieran becas y SNI, criterios para la admisión y promoción del personal académico; fundador de la revista Problemas del Desarrollo, cuya edición cuidaba hasta el extremo. “Indice y la Revista Estudios del Banco Nacional Hipotecario – recordaba el maestro- me pusieron en contacto con el trabajo de imprenta, que desde un primer momento y hasta la fecha, me parece fascinante ¡Cómo me agrada el olor a tinta y papel, el accionar de los linotipos de ayer y aun de las computadoras de hoy, y el trabajo de los formadores y prensistas!” 9 Decenas de números de Estrategia y de Problemas del Desarrollo pasaron por sus manos.
No olvidaré nunca que fue el maestro Carmona, cuando era director del Instituto, quien me alentó y convenció de incorporarme al mismo como investigador en 1974, a mi regreso de un curso de posgrado en Polonia. Con ello, dejé con gusto mi vida de funcionarito medio de Bancomer, en ese entonces “banco de las ideas modernas” de Espinosa Yglesias, donde un tufo represivo velado se había cebado contra aquéllos que habíamos participado en el movimiento estudiantil de 1968 y que manteníamos posiciones públicas progresistas. En fin tantos recuerdos del paso de Carmona por el Instituto: su institucionalidad, su respeto por la vida democrática, su trato cordial no sólo con los académicos sino con los administrativos, al punto que no recuerdo un solo compañero que se quejara del trato del maestro, sí, en cambio, el cariño que le profesaban Doña Meche, Juanita, Don Angel y tantos más.
Con
la muerte de Fernando Carmona perdimos no solamente a un investigador
y un economista de valía, sino perdimos a un hombre honrado y honesto
que debe ser un ejemplo para todos nosotros; perdimos, sobre todo, a un
luchador social que desde su trinchera, que fue la pluma, supo ser congruente
siempre con su posición de hombre de izquierda. Su obra será
un referente obligado de los jóvenes de hoy y de las generaciones
futuras.
Notas
+
Texto presentado en el homenaje a Fernando Carmona de la Peña
organizado por el Instituto de Investigaciones Económicas de la
UNAM el 29 de noviembre de 2001.
*
Profesor - Investigador Titular de T.C. del Departamento de Economía
de la Universidad Autónoma Metropolitana Iztapalapa. Jefe del Area
de Economía Política. México, D.F. E-mail: grja@xanum.uam.mx
1Fernando
Carmona de la Peña. México, país de ilusiones. La
brega por la economía política. México, 1998.
2
Ibid. p. 69.
3
Ibid. p. 85-89
4
Ibid. p.113
5
En su libro El drama de América Latina explica Carmona la intención
de sus epígrafes. “podrá observarse – señalaba- que
los epígrafes con los cuales inicio cada de las secciones del presente
ensayo, están tomados de la obra de pensadores y hombres de acción
mexicanos que en su mayoría consagraron sus vidas a la lucha contra
los privilegios de minorías enquistadas y por la cabal independencia
de nuestra Patria. Con ello he querido subrayar algo que en México
es ya un verdadero lugar común: la lucha revolucionaria iniciada
con la guerra de independencia dista de haber concluido, a pesar de todos
los cambios y efectivos progresos alcanzados – gracias a los duros sacrificios
de nuestro pueblo – a lo largo ya más de ciento cincuenta años”
. El drama de América Latina. El caso de México. México,
1964, Cuadernos Americanos. P. 17
6
Ibid. México, un país... ob.cit. p. 57
7
Ibid. p. 89.
8
Fernando Carmona. Una alternativa al neoliberalismo. México, 2ª.
ed, 1995. Edit. Nuestro Tiempo. p. 120-121
9
México, un país... Ob.cit. p.109.